Construimos nuestra identidad a partir de nuestros
pensamientos, nuestras emociones, nuestras acciones. Pero también a través de
la mirada del otro, del entendimiento y la aceptación de nuestro interlocutor.
Crecemos intentando averiguar y expresar quiénes somos y qué sentimos, buscando
quién nos comprenda para encontrar nuestro lugar en el mundo. Somos emisores
que envían su mensaje en busca de alguien que lo reciba y lo haga suyo.
La niña protagonista de este libro se siente sola,
aislada. No le resulta fácil comunicarse
con sus padres ni con sus compañeros de escuela. Sólo su imaginación desbocada
la pone a salvo de la tristeza y la nostalgia, hasta que aparece su vecino y
nuevo compañero de escuela, un niño solitario y melancólico. Ese encuentro les
permitirá compartir su sensibilidad y sus ganas de vivir. Un libro sobre la
incomunicación no elegida y el deseo de encontrar al receptor que entienda
nuestro mensaje.
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